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viernes, 14 de enero de 2011

ESTOY FUMANDO


En los bares se están empezando a dar comportamientos hasta ahora desconocidos. Las mesas ya no se guardan con el cartel de “Reservado”, sino con garabatos de trazo grueso, escritos en servilletas de papel, que rezan “Estoy fumando”.

Además, puede que el camarero le pida ahora la cuenta antes de ponerle la copa. O que el tímido del grupo entre hablando con una desconocida. O que el camarero se ofrezca a custodiarle su bebida con la promesa de no plantar los dedos dentro.

Todo ello ha sido gracias a la nueva Ley antitabaco. Les proponemos un viaje desenfadado por los nuevos hábitos que ha creado esta normativa para intentar (si es posible) quitar algo de hierro al proyecto más controvertido del Gobierno:

1. “Estoy fumando. ¡No me quiten el sitio!” Es el equivalente al "es sólo un momentito" de la furgoneta en doble fila, y se está empezando a ver en algunos bares. Muchos fumadores optan por dejar este mensaje junto a sus sillas para evitar que a la vuelta del cigarrito callejero se hayan quedado sin su trono en el rincón más estratégico de la barra, frente al televisor o con vistas a la reina de las camareras. Es triste fumar, pero más triste es que un no fumador les quite el sitio, pensarán.

2. “Confía en mí, la prohibición de fumar es sexy”. Con este título tan sugerente, que en su versión original y con algún “baby” de propina parecería sacado de los mismísimos labios de Humphrey Bogart (“Trust me, the smoking ban is sexy”), daba la bienvenida The Times a una nueva moda surgida tras la prohibición de fumar en los bares irlandeses: el “smirting”, la combinación del smoking y el flirting, del “¿tienes fuego?” al “por cierto, ¿cómo te llamas?”. Como constata el diario británico, este atajo social ahorra mucho tiempo: “Ya no tienes que perder media hora disimulando que estás echando una ojeada en un bar atestado de gente. Cada cigarro abre una nueva puerta para ligar y te permite conocer a mucha más gente que dando botes en una pista de baile”.

3. Yo soy del Fumadores Fútbol Club. Era inevitable. Tanto compartir pitillos y mecheros, blasfemias y lamentos, risas y cánticos, tiritonas en invierno, sudores en verano, Pajín tal, Pajín cual, acaba por crear una identidad común. De alguna manera, los fumadores desarrollarán una especie de “conciencia de clase” que les hará compartir inquietudes y apartar diferencias. ¿Del Barça o del Madrid? ¿De Rajoy o Zapatero? ¿De House o de CSI? “Yo, fumador”. Exiliado. Desheredado. Pero en pie. Y, sí: Pajín tal, Pajín cual. Y es que “hacer trajes” a los demás siempre ha unido mucho.

4. “El cigarrón”. Es la acepción cañí y bullangera al poético “smoking ban is sexy”. Primo hermano del “botellón”, vale mucho más que para ligar y es la excusa para los tímidos. Pero su sola mención quita el sueño a los vecinos.

5. “Los vigilantes de la copa”. O más directo: los “guardacopas”. Algunos bares han empezado ya, medio en broma medio en serio, a crear esta figura para los que aspiran a darse un capricho con Philip Morris y volver luego a los brazos de Johnny Walker.
“No se preocupe, cuando regrese tendrá aquí su bebida, señor”. Con lo mal que sabe una copa que se reanuda diez minutos después, sin rastro del hielo y con la inevitable sospecha de que alguien le ha metido un viaje en nuestra ausencia…

6. “Lateros”. Este neologismo bien podría servir para describir al pesado de turno capaz de fumar y hablar a la vez durante los diez minutos que dura el pitillo (también aquí, como en la barra, hay que saber elegir bien el sitio). Pero es una de las “tribus” que más han ganado con el cambio; legiones de vendedores ambulantes que ofrecen el 3 en 1 (tabaco, bebida y bocata). Y a unos precios con los que ningún bar puede competir.

7. “Queda inaugurada esta terraza”. ¿Qué terraza? La pregunta la harán los agentes de inspección que, en ciudades como Málaga, ya han advertido de que no todo vale como espacio abierto de ocio donde está autorizado fumar. Algunos bares se las ingenian para transformar en una prolongación del local lo que antes no era más que un trozo de acera. Las empresas de estufas y toldos, por cierto, se están frotando las manos. Y las de esos juegos de banqueta alta y minimesa circular que siempre nos parecieron tan incómodas, y que ahora empiezan a proliferar.

8. “Me fumo el cigarro y, de paso, no pago”. La costumbre española del “perdona, cuánto te debo” incremento de los tradicionales “sinpa” (marcharse sin pagar) con la excusa de salir a la calle a mentar ministros y evocar tiempos mejores tras el humo de la impotencia.

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