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lunes, 26 de septiembre de 2011

DIARIO DE UNA ADOLESCENTE I: YO QUIERO UN PIERCING EN LA NARIZ


Extraño mi piercing en la nariz. Cuando acabé 2 de bachillerato en contra de la opinión de mis padres decidí ponerme un pearcing en la nariz, que por cierto la tengo algo grande y no paro de sonarme por mi alérgia crónica. 
Pero mis padres que no me entienden, pues era lo más importante para mi en la vida, no me dejaban y no me entendían.
Estuve 11 meses  con el juguetillo nuevo sobre la nariz y adicionalmente desarrolle una compulsiva manía post-arito que consistía en deslizar la varilla de un lado a otro del orificio para (según yo) acomodarla y mantenerla en su posición óptima. Además yo muy cautelosa, seguí  echándome una crema antibiótica mucho después del tiempo indicado. Lavaba la zona religiosamente con agua y jabón y revisaba todas las mañanas frente al espejo, que no hubiera ocurrido durante la noche, ningún suceso indeseable con visos de sangre.
Creí que con mis cuidados el nuevo miembro se convertiría en una parte más de mi cuerpo así como pude atestiguar en muchos otros casos. Pero no, el mío me dejó como si núnca hubiera podido acostumbrarse a mi cara. Se fue con una erupción de ronchitas rojas que lo coronaban, como declarándome abiertamente una guerra sucia en la que sabía que yo terminaría por declinar. Recuerdo haber sido despertada más de una vez, por una punzada caliente justo en la “zona” que me causaba un lagrimeo instantáneo y un terror a haber perdido la nariz o ganado otra. La zirconia al parecer se enganchaba con alguna cosa y yo inocente al dar la vuelta a mi cara, plácidamente dormida sobre la almohada, se enganchaba el aro y el palito en forma de espiral y me hacia una llave que dejaba mi fosa nasal derecha doblada en 4. Lo mismo sucedía cuando besaba a alguien muy apasionadamente. Ya no había más besos de novela para mí. Esos en los que cada cara gira opuesta y periódicamente entre 15 y 45 grados mientras se mantienen unidas por la boca. Ese roce de narices era un peligro, así que ese año fue de picos. Menos mal que mi chico no tenía otro pearcing pues seguiríamos, seguramente, unidos para siempre, o hasta que nos desenganchasen los piercings con una “rebarbadora”.
Extraño mi piercing en la nariz...

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